lunes, 21 de diciembre de 2009

En frío


Bjørn Lomborg (6 de enero de 1965, Frederiksberg, Dinamarca) es profesor en la Escuela de Negocios de Copenhague, escritor y una importante figura en la discusión ambiental. Es conocido principalmente como autor del polémico libro El ecologista escéptico. En 1991 obtuvo un máster en Ciencias Políticas por la Universidad de Aarhus y, en 1994, un PhD (Doctorado en filosofía) por la Universidad de Copenhague. En 1994 consiguió una plaza como profesor ayudante de estadística en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Aarhus y, en 1997 se le concedió la plaza de profesor asociado. Debido a estos cargos muchas veces se han referido a Bjørn Lomborg como estadístico aunque el grueso de su formación no corresponde a esta disciplina.

Recientemente, Lomborg ha escrito un libro muy interesante sobre el cambio climático, que en español se titula "En Frío". El siguiente es un reportaje aparecido en el medio español Cinco Días hace más de un año, conviene recordarlo.

Pregunta. Con El ecologista escéptico se ganó las críticas de la comunidad ecológica y científica.
Respuesta. Sí. Hubo personas que comenzaron a criticarme porque en el debate sobre el medio ambiente incluí el punto de vista de los economistas. Es importante tener ideas buenas, pero hay que valorar cuál es su coste. Un ejemplo son los hospitales, cada vez hay más economistas que están gestionando el trabajo de los profesionales sanitarios, porque permiten establecer una escala de las prioridades. Lo fundamental es destinar correctamente los recursos.

P. En frío habla precisamente de la necesidad de dirigir los recursos de una manera más efectiva para contrarrestar los efectos a medio plazo del calentamiento global.
R. El título sugiere que hay que tratar el cambio climático, hay que enfriar. Las acciones que propone el protocolo de Kioto costarán 180.000 millones de dólares en reducir la emisiones de CO2 y es probable que su impacto sobre la temperatura global sea mínimo. Lo que se proponía era una reducción del 11,4%, pero en realidad, la reducción real sería del 0,4%. Es un coste elevadísimo.

P. Discrepa de la efectividad de las inversiones que propone Kioto, ¿dónde destinaría usted los recursos?
R. El cambio climático es un problema a largo plazo, entre 50 y 100 años. No tenemos que encontrar soluciones que nos hagan sentir bien para conseguir muy pocos resultados a un coste elevadísimo. Mi propuesta es destinar el 0,5% del PIB a investigación y desarrollo de energías que no produzcan emisiones de CO2. Es lo que llamo el nuevo Kioto y me gustaría que se tratara este año en el Consenso de Copenhague. De esta forma, se conseguiría un gasto diez veces inferior a lo que propone Kioto, pero con una eficacia 100 veces superior. Por ejemplo, los paneles solares son caros y poco eficientes. Convendría lanzar otros de aquí a 50 ó 60 años y permitir a China e India subirse al carro de las energías más limpias sin dejar la iniciativa sólo a los países occidentales.

P. ¿Hay que incidir en las políticas de concienciación?
R. Estamos llegando a extremos de tremendismo, que consiguen que todo el mundo se sienta mal. Ahí está Al Gore. Luego están las políticas de aplicar impuestos para cubrir todas las eventualidades. Lo vemos con el agua. Darse una ducha caliente va a generar sentimiento de culpa en todo el mundo; por otro lado, un impuesto sobre el agua caliente supondrá que habrá que pagar por una ducha. Así que con la primera opción, las personas se sentirán culpables, con la segunda, no. Yo prefiero la segunda.

P. El título del libro también se refiere a la necesidad de enfriar el debate. ¿La política también se aprovecha del cambio climático?
R. Los partidos de izquierdas tienen una visión más tremendista sobre el cambio climático, mientras los de derechas no hacen hincapié en el tema. No hace falta pertenecer a uno u otro para tener una posición inteligente al margen de la política. Hay que encontrar un punto intermedio, ni llegar a una visión tremendista como la de Al Gore, ni ignorar el asunto. El cambio climático es uno de los problemas del siglo XXI, pero hay más.

P. ¿Es más fácil la defensa del medio ambiente en un país rico?
R. Si preguntas a un chino, un indio o a un africano subsahariano qué prefiere, curar la enfermedad de su hijo o reducir las emisiones de CO2, obviamente elegirá lo primero. Claro que estamos en una posición privilegiada, que nos permite centrarnos en el cambio climático. No obstante, hay otros problemas que deben tomarse en consideración. Al final del libro retomo la idea de Al Gore de ¿cómo queremos ser recordados como generación? Una solución es gastarnos 180.000 millones y no conseguir gran cosa, otra es gastar la mitad en educación, sanidad y, además, en investigación y desarrollo que permita a largo plazo paliar el cambio climático. Visto así, parece lógico que prefiera la segunda opción.