miércoles, 22 de septiembre de 2010

Telón

Telón. Así se llamó la última novela de Agatha Christie donde, finalmente, Hercules Poirot muere. Sólo él podría haber resuelto ese caso y el precio a pagar por ello fue la muerte. Telón.

En este breve y último artículo del blog Las Cosas de Néstor vamos a dejar morir a Néstor. Como no todos saben la historia, quizá sea bueno recapitularla una última vez. Néstor nació a partir de una crisis personal, un bloqueo creativo en todo aquello que en ese momento representaba mi vida. Los foros sobre Botnia me dieron una posibilidad de hacer algo que me costaba muy poco --después de todo, había detrás una vida de tratar con sustancias químicas, concentraciones y cosas así-- y que tenía algún significado. Fueron miles de horas de mi vida dedicadas a los foros y luego a este blog, como Néstor, un tipo que no quería que sus opiniones se valoraran por los títulos que tenía sino por lo que decía. Por supuesto que había gente que sabía quien era yo y con el tiempo finalmente fue conocido públicamente.

Néstor nació arrogante, desafiante y peleador. Con el tiempo fue aprendiendo y quizá se transformó en una mejor versión de si mismo. No lo hizo solo, claro. Por el camino fue encontrando personas que lo fueron transformando. Algunas que hoy siguen en contacto, otras que, esté donde estén, uno les desea que obtengan aquello que hace arder su corazón: no es triste que haya terminado, fue glorioso que haya sido. Y algunas otras que serán siempre inseparables de ese núcleo central que hoy es Néstor, ese avatar cuya desaparición nos reunimos hoy a celebrar.

Quiero compartir con Uds. una cita de una actriz norteamericana que falleció con 42 años, Gilda Radner. Dijo ella

I wanted a perfect ending.  Now I've learned, the hard way, that some poems don't rhyme, and some stories don't have a clear beginning, middle, and end.  Life is about not knowing, having to change, taking the moment and making the best of it, without knowing what's going to happen next. 


"Quise un final perfecto. Ahora he aprendido, de la manera difícil, que algunos poemas no riman, y algunas historias no tienen un claro inicio, medio y fin. La vida se trata de no saber, tener que cambiar, tomar el momento y aprovecharlo, sin saber lo que va a pasar a continuación."


Así me he sentido. Muchas veces he querido decir "hasta aquí hemos llegado, ya no tiene sentido seguir". Y cada vez un pequeño hecho significativo, aunque menos que el anterior, echaba por tierra esa resolución. Y aquì estámos, más de 150 artículos y 10.000 comentarios después, tres años de tertulia en un blog, con el dictamen de La Haya ya en el pasado, con el corte de puentes ya en la historia, con el conflicto entre los países resuelto. Es tiempo de terminar.


No interpreten esto como una especie de llamado para que me convenzan a seguir. No soy una prima donna. Como diría Sabina, este adiós no maquilla un hasta luego, este nunca no esconde un ojalá... El blog por supuesto va a seguir estando en el mismo lugar que está, no pienso darlo de baja, porque tiene un material valioso que servirá probablemente a futuro. Quedan peleando estas batallas el amigo de siempre, el Sapo Jorge Balseiro y el ariete de los infieles, el amigo Alejandro Villaverde, cuyo blog tiene material inapreciable. Quizá un día, cuando haya descansado lo suficiente, escriba un libro sobre esto. Hoy me siento bastante harto del tema y con pocas ganas de hacerlo, es la pereza que me domina. Estoy seguro que habrán episodios futuros que me despierten una llamita de interés como para escribir algo, pero lo más probable es que esa misma pereza haga que quede sólo en una intención irrealizada.


Bueno, en algún momento hay que terminar. Les agradezco a todos, a los que están y a los que no están, a los racionales y a los irracionales, a los que amé, amo, quiero, odio, respeto, detesto, admiro y desprecio. Todos ustedes han sido parte de esta creación colectiva en la que traté de actuar racionalmente y con amplitud. Me siento orgulloso de que, de los cientos de participantes (o quizá miles) sólo en un caso haya tenido que acallar una voz y todos sabemos cual fue. 


Dicen que lo malo no es morir, sino estar muriendo. Así que sepultemos ya a Néstor, agradeciéndole los servicios prestados. Todos conocen mi mail (oscar.n.ventura@gmail.com) y son bienvenidos quienes aún no charlan frecuentemente conmigo de esa forma (los demás ya lo hacen, obvio). Será nuestro único canal de conexión virtual, ya que he pausado también mis cuentas en Facebook y Twitter.


Desprendámonos del pasado. Miremos hacia el futuro, que es donde está la realidad.


Un abrazo a todos.





domingo, 19 de septiembre de 2010

Esperando a Godot

Querido Godot,

Te escribe Vladimir; ya sabes, el amigo de Estragón. Cuando el escriba Beckett lo relató por primera vez, no teníamos manera de sobreponernos efectivamente a la esperanza/desilusión del muchacho que cada día nos avisaba tu ausencia presente y futura aparición. Pero los tiempos cambian y hoy podemos usar la tecnología para superar los fatídicos días de espera. Pues nada, chico, que te esperamos el jueves y nada, que no apareciste tampoco. Día espectacular, Fray Bentos muy quieto a esa hora de la mañana, te cuento que no sentimos perfume a cloaca o a pastera. Nada de nada. En el horizonte, un edificio pequeño y una chimenea prácticamente sin humo fueron la única señal de que hubiera una fábrica cerca.

Claro que quizá desde el paso de frontera no fuera el mejor lugar para apreciarlo. Te cuento, ya que estamos ¡qué lindo está! Recién pintado, lleno de funcionarios de aduana y migraciones (por alguna razón, muchos más de Argentina que de Uruguay), muchísimos camiones transportando mercaderías, el free-shop reabierto... la verdad es que lindo, lindo. Hay que reconocer sin embargo que los baños dejan bastante que desear, hay que atender eso, no dejarse estar, que es importante.


El trámite fue rapidísimo. Imaginate que hasta llevé mi pasaporte para tener el orgulloso sello del pasaje por el puesto de migración 532... me olvidé jugarle a la quiniela. Menos de 5 minutos y ya del otro lado, rumbo al puente, rumbo a Arroyo Verde, donde esperábamos encontrarte, amigo Godot.


Confieso que en la cabecera uruguaya del puente había un poco de aroma, el inconfundible aroma de la pastera. Buenísimo para saber a qué huele; a los 50 metros dentro del puente ya no lo olfateamos más, ni en el resto del viaje tampoco. Poca cosa como para gastar tanto río de tinta. Olor a cloaca no supimos sentir, será falta de nariz entrenada, no te puedo mentir. Pasamos el puente y seguimos camino adelante sin deternernos ya hasta llegar a Arroyo Verde. 

A medida que nos fuimos acercamos pudimos percibir las señas de la épica lucha acagüense, signos de disminuir velocidad  pintados con "Fuera Botnia" y a la distancia, las casamatas que albergaran en su día a la nutrida tertulia arroyoverdina.  Ya la cosa no es igual, claro. El pasto crece alrededor de las ruedas del bus-albergue. El aire general de desolación se compone tanto de la ausencia de alguna presencia vagamente humana, como por la presencia de un perro, ausente en sus asuntos caninos. 


Pintadas que recuerdan la estética del socialismo real resisten renuentes el paso del tiempo. Unas varillas plásticas de 1 cm de altura, abulonadas al suelo, no son obstáculo para que un auto porteño pase a 150 km por hora, haciendo apenas prrrrrrrriiiippp por encima de ellas y perdiéndose en lontananza rumbo a Uruguay. El cartel que pide colaborar disminuyendo la velocidad queda vibrando con el ventarrón.


Bato palmas y espero encontrarte Godot, pero nadie sale. El perro levanta cabeza indiferente y luego continúa con lo que fuere que hace a su canino interés. No hay reposeras a la vista, ni están las respetables señoras que, como mínimo, deberían haberse sentido conmovidas por el ruido que hizo el auto al negarse totalmente a cooperar como lo pide el cartel. El silencio pesa espeso derritiéndose con el calor del día sobre el cemento agrietado. Ya no tiene sentido seguir esperando a algún mensajero que nos diga que vos Godot, no vas a venir en toda la obra. 

Media hora ya examinando las ruinas de pueblo desierto, la naditud peremne, la bandera flácida. Es hora de una última foto, antes que el óxido del tiempo termine inclemente corroyendo el cartel. Última foto de recuerdo, antes de emprender viaje nuevamente. No apareciste Godot, JR tampoco...


Atentamente te saluda, Vladimir.