(imagen de los asistentes a las conferencias de Ventura y Anastasía en el pueblo de Conchillas, Set. 2007)
Dr. Oscar N. Ventura, Lic. Luis Anastasía, Téc. Alejandro Villaverde
Ha llegado el día después. Botnia está finalizada, aún no operativa. Mucha gente en Gualeguaychú se siente traicionada por Kirchner y su admisión –largamente pronosticada– de que no habrá relocalización. Un pueblo atemorizado, niños usados y afectados sicológicamente que asocian las pasteras con muerte y desolación, despidos y pérdidas económicas a uno y otro lado del río, profunda enemistad entre dos ciudades.
¿Valió la pena todo eso? Se inaugura una más de las 120 plantas de producción de celulosa en América Latina. Una más de las miles en el mundo. Una de las más modernas, mucho más que las obsoletas 10 o 15 plantas de pulpa y papel que existen en Argentina. Una planta que emplea el mismo método usado en el 80% de las plantas en el mundo, el que fue forzado a ser adoptado en Klabin Riocell por Greenpeace misma, el que fue requerido por la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de Argentina para que a él se reconviertan todas sus plantas en 3 o 4 años, el mismo que se usa en las casi 20 plantas en Río Grande do Sul o las 15 de Chile. Una planta que vierte sus efluentes a un río 7 veces más caudaloso que el Elba, donde está la más moderna planta de Europa. Una planta que es de menores dimensiones que las brasileñas y que ha invertido un 30% de su presupuesto en evitar que exista contaminación atmosférica o acuática. Una planta similar a las visitadas por argentinos y uruguayos en Finlandia donde comprobaron que los malos olores y la contaminación son cosa de 15 años atrás. Una planta avalada por técnicos de Argentina y Uruguay –incluyendo sus respectivas Academias de Ingeniería– y por expertos de reputación internacional. Una planta de las muchas que en Europa y en América del Norte conviven con sitios turísticos e incluso patrimonios culturales, como en Rauma. Una planta cuestionada por un pueblo al que se manipuló, se le mintió, se lo aterrorizó y finalmente se lo abandonó.
La oposición a la fábrica es política y ambiental. Cuestionan el modelo de desarrollo agroindustrial en base a supuestas incumplidas promesas de la izquierda, a la extranjerización de la tierra –como si fuera un fenómeno localizado sólo en suelos forestales– al monocultivo “desertificante” –sin mencionar la soja y los agroquímicos, o comparar el balance hídrico de la forestación con el de otros cultivos. Mencionan los olores nauseabundos de plantas de los 50 y 60 –ignorando filtros y precipitadores electrostáticos de hoy día– el vertido de toneladas de residuos a la atmósfera y el río –sin mencionar volumen y caudal de los cuerpos receptores– el uso de sustancias químicas peligrosas –sin mención a los protocolos de trabajo– el vertido de agua caliente y tóxica al río –sin tomar en cuenta que las colonias de bacterias que procesan el efluente no sobrevivirían a ello– y hablan de dioxinas y furanos como si fueran íntimos amigos, cuando se sabe que no se liberan en este tipo de fábrica en especial.
Cuestionan el modelo productivo, ignorando el silvopastoreo y el aumento de producción del agro en los mismos años que aumentó la forestación. Denuncian afectación de la pesca, cuando los motivos para la mortandad de peces son climáticos o producto de la agricultura. Denuncian prohibición de exportar miel a la UE, confundiendo antibióticos con productos derivados del proceso de blanqueo. Denuncian deforestación, cuando no sólo ha crecido el área que sustenta al bosque nativo, sino que sólo tres países lo lograron en América del Sur. Denuncian desempleo y emigración, cuando la realidad muestra mayor empleo y pueblos que vuelven a prosperar, despertando de una larga inactividad. Y en el colmo de apocalípticas predicciones, mencionan los únicos 3 ejemplos particulares de afectación al ambiente –Valdivia, Pontevedra y Finlandia– para denostar esta planta pero no las establecidas en Argentina. Al punto que el manifiesto de la Asamblea Binacional a favor de un ambiente limpio sólo menciona por nombre a las fábricas uruguayas, nunca así a las contaminantes del otro país.
Existe ambientalismo, política, desinformación y mentira y cada asunto mencionado da para un artículo completo. Bienvenida la discusión para lograr un desarrollo sustentable, pero basado en información real. Bienvenida la discusión para lograr un ambiente limpio, sin olvidar que no hay nada más contaminante que la pobreza, la ignorancia y el subdesarrollo.
¿Valió la pena todo eso? Se inaugura una más de las 120 plantas de producción de celulosa en América Latina. Una más de las miles en el mundo. Una de las más modernas, mucho más que las obsoletas 10 o 15 plantas de pulpa y papel que existen en Argentina. Una planta que emplea el mismo método usado en el 80% de las plantas en el mundo, el que fue forzado a ser adoptado en Klabin Riocell por Greenpeace misma, el que fue requerido por la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de Argentina para que a él se reconviertan todas sus plantas en 3 o 4 años, el mismo que se usa en las casi 20 plantas en Río Grande do Sul o las 15 de Chile. Una planta que vierte sus efluentes a un río 7 veces más caudaloso que el Elba, donde está la más moderna planta de Europa. Una planta que es de menores dimensiones que las brasileñas y que ha invertido un 30% de su presupuesto en evitar que exista contaminación atmosférica o acuática. Una planta similar a las visitadas por argentinos y uruguayos en Finlandia donde comprobaron que los malos olores y la contaminación son cosa de 15 años atrás. Una planta avalada por técnicos de Argentina y Uruguay –incluyendo sus respectivas Academias de Ingeniería– y por expertos de reputación internacional. Una planta de las muchas que en Europa y en América del Norte conviven con sitios turísticos e incluso patrimonios culturales, como en Rauma. Una planta cuestionada por un pueblo al que se manipuló, se le mintió, se lo aterrorizó y finalmente se lo abandonó.
La oposición a la fábrica es política y ambiental. Cuestionan el modelo de desarrollo agroindustrial en base a supuestas incumplidas promesas de la izquierda, a la extranjerización de la tierra –como si fuera un fenómeno localizado sólo en suelos forestales– al monocultivo “desertificante” –sin mencionar la soja y los agroquímicos, o comparar el balance hídrico de la forestación con el de otros cultivos. Mencionan los olores nauseabundos de plantas de los 50 y 60 –ignorando filtros y precipitadores electrostáticos de hoy día– el vertido de toneladas de residuos a la atmósfera y el río –sin mencionar volumen y caudal de los cuerpos receptores– el uso de sustancias químicas peligrosas –sin mención a los protocolos de trabajo– el vertido de agua caliente y tóxica al río –sin tomar en cuenta que las colonias de bacterias que procesan el efluente no sobrevivirían a ello– y hablan de dioxinas y furanos como si fueran íntimos amigos, cuando se sabe que no se liberan en este tipo de fábrica en especial.
Cuestionan el modelo productivo, ignorando el silvopastoreo y el aumento de producción del agro en los mismos años que aumentó la forestación. Denuncian afectación de la pesca, cuando los motivos para la mortandad de peces son climáticos o producto de la agricultura. Denuncian prohibición de exportar miel a la UE, confundiendo antibióticos con productos derivados del proceso de blanqueo. Denuncian deforestación, cuando no sólo ha crecido el área que sustenta al bosque nativo, sino que sólo tres países lo lograron en América del Sur. Denuncian desempleo y emigración, cuando la realidad muestra mayor empleo y pueblos que vuelven a prosperar, despertando de una larga inactividad. Y en el colmo de apocalípticas predicciones, mencionan los únicos 3 ejemplos particulares de afectación al ambiente –Valdivia, Pontevedra y Finlandia– para denostar esta planta pero no las establecidas en Argentina. Al punto que el manifiesto de la Asamblea Binacional a favor de un ambiente limpio sólo menciona por nombre a las fábricas uruguayas, nunca así a las contaminantes del otro país.
Existe ambientalismo, política, desinformación y mentira y cada asunto mencionado da para un artículo completo. Bienvenida la discusión para lograr un desarrollo sustentable, pero basado en información real. Bienvenida la discusión para lograr un ambiente limpio, sin olvidar que no hay nada más contaminante que la pobreza, la ignorancia y el subdesarrollo.
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